viernes, 21 de junio de 2013

12 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, C, por Mons. Francisco González, S.F.


Zacarías 12,10-11;13,1
Salmo 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío
Gálatas 3,26-29
Lucas 9, 18-24

Zacarías 12,10-11;13,1

Así dice el Señor: "Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo Único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido." Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas.

Salmo 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Gálatas 3,26-29

Hermanos: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Lucas 9, 18-24

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
— ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
— Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Él les preguntó:
— Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
— El Mesías de Dios.
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
— El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.

Una de las cosas que me pone nervioso es cuando visitando las parroquias o en algún evento alguien se me acerca y me pregunta: “¿Se acuerda de mí? ¿Sabe quién soy?” Soy muy malo para acordarme de la fisonomía de la gente que no veo con frecuencia y de sus nombres. Uno no sabe qué responder pues no quieres ofender a la persona. En la mayoría de los casos, como la gente es buena, se dan cuenta de mi apuro y tratan de hacerme sentir bien con el comentario: “Claro, como ve a tanta gente es imposible acordarse de todos”. Les doy las gracias, pero sigo sintiéndome mal.

En el evangelio de este domingo Jesús hace dos preguntas a sus apóstoles, la primera como introducción o apertura para la segunda. El Maestro aprovecha la ocasión para orar, ya que se encuentra solo con sus discípulos, y para hacerles pensar un poco, les pregunta: “¿Quién dice la gente que soy?”

La respuesta, sea cual sea a esta pregunta, no tiene implicaciones positivas ni negativas. Ellos le contestan de acuerdo con lo que han oído: Juan el Bautista, el profeta Elías o algún otro profeta que ha vuelto a la vida.

La segunda pregunta es de mayor envergadura: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?”

La respuesta tiene consecuencias, consecuencias serias. Pedro responde: Tú eres el Mesías de Dios. Y como respuesta a la respuesta de Pedro, Jesús les prohibió terminantemente decírselo a nadie, lo cual parece algo sin sentido pues Pedro ha dado en el clavo y Jesús les prohíbe repetirlo. ¿Por qué razón?

El pueblo llevaba siglos esperando el mesías, un mesías libertador, un mesías que echaría fuera a los opresores, un mesías que al arrojar fuera el poder opresor daría al pueblo judío la liberación, la independencia del poder extranjero, pero Jesús no es ese tipo de mesías, es el Mesías de Dios, y la salvación que Él trae va por otros caminos. Y así les anuncia algo, que a los oídos de los discípulos les tuvo que resultar un tanto raro: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho a manos de los llamados jefes del pueblo, la jerarquía religiosa, y los fiscales hasta el punto de que lo condenarán a muerte, será ejecutado, aunque resucitará al tercer día”.

Pero hay algo más para ellos y todos los que quieran seguirle: deben renunciar al propio egoísmo y estar abiertos o dispuestos a sufrir. Sólo entonces se podrán declarar y presentarse como sus discípulos.

La pregunta que les hizo, la segunda para ser más concretos, nos la sigue hacienda a nosotros hoy en 2013. ¿Quién es Jesús para mí, hoy, en este momento de mi vida? Porque sí, muchos domingos, incluso cada domingo recito el credo durante la santa misa, pero ¿es eso todo? ¿cuáles son las consecuencias de esa profesión dominical? ¿en qué sentido afecta tu vida?

Jesús trajo un nuevo estilo de vida que requería un cambio constante y radical de la persona. Esa profesión que sale de mi boca, ¿procede del corazón? ¿Estoy tratando por todos los medios posibles ser a las exigencias del seguimiento de Cristo?

No hay otro remedio, debemos reorientar nuestra vida, y cada día mirar la brújula para ver si vamos bien, por el camino correcto, con la actitud que no solamente nos hace vivir la felicidad, sino también comunicarla a los demás con una buena dosis de esperanza para evitar la tristeza, el desasosiego, el desencanto por la vida, el no vale la pena, etc. Necesitamos acercarnos más y más a ese “Mesías de Dios” que nos da a conocer a Dios, que nos guía por el camino de la salvación, que nos alumbra el futuro, que nos acompaña hacia la verdad, que nos protege del desánimo, que nos fortalece ante el enemigo, que siempre va delante, tal vez a nuestro lado para ayudarnos con nuestra cruz, para levantarnos cuando caemos.

¿Quién decís que soy? No tengas miedo a contestar, el que te pregunta es el que tiene el poder y el deseo de salvarte, de compartir contigo toda una eternidad feliz.

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