miércoles, 24 de diciembre de 2014

Del Árbol de Navidad, menos paganos de lo que algunos creen


¿Cuándo quitamos el Belén?


Del árbol de Navidad en la Plaza de San Pedro


Sobre el Belén de Navidad y el Belenismo


El primer Belén de la historia


Misa del día de Navidad (Lecturas)


Misa de la medianoche de Navidad (Lecturas)


Misa de la vigilia de Navidad (Lecturas)


jueves, 18 de diciembre de 2014

4 Domingo de Adviento: "Un anuncio sorprendente", por José Antonio Pagola


18 de diciembre: "San José, en el peor momento, carga sobre sí el problema", por el papa Francisco


El Silencio de Zacarías es actual


17 de diciembre: San Lázaro, por Luis Antequera

San Lázaro es uno de los grandes personajes secundarios de los Evangelios. Cuando se habla de Lázaro en los evangelios se hace referencia a dos personajes diferentes:

- el primero de ellos es un personaje de ficción, protagonista de una parábola, la de Lázaro y el rico Epulón, que recoge Lucas (Lc. 16, 19-31) y que no es, obviamente, a quien celebramos hoy.

- El segundo es Lázaro de Betania, gran amigo de Jesús, que es mencionado por su nombre en hasta doce ocasiones, todas ellas en el Evangelio de Juan, -es decir, es un personaje absolutamente desconocido en los evangelios sinópticos-, las cuales se reducen, en realidad, a dos episodios.

El primero es el de su resurrección por Jesús, que Juan recoge así:

“Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: ‘Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo’. Al oírlo Jesús, dijo: ‘Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella’ Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: ‘Volvamos de nuevo a Judea. […] Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle’ […]

Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá’. Le dice Jesús: ‘Tu hermano resucitará’. Le respondió Marta: ‘Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día’. Jesús le respondió: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?’ Le dice ella: ‘Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo’.

Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: ‘El Maestro está ahí y te llama’ […] Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: ‘Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto’. Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: ‘¿Dónde lo habéis puesto?’. Le responden: ‘Señor, ven y lo verás’. Jesús derramó lágrimas. Los judíos entonces decían: ‘Mirad cómo le quería’. Pero algunos de ellos dijeron: ‘Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?’. Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: ‘Quitad la piedra’. Le responde Marta, la hermana del muerto: ‘Señor, ya huele; es el cuarto día’ Le dice Jesús: ‘¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?’. Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado’.

Dicho esto, gritó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal afuera!’ Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: ‘Desatadlo y dejadle andar’.

Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él” (Jn. 11, 1-44).

La resurrección de San Lázaro. Giuseppe Cesari (1592).

El impresionante milagro no permite fraude alguno: los muchos testigos presentes (“muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano”, “los judíos, que estaban con María en casa consolándola”, “muchos de los judíos que habían venido a casa de María”), la constatación de que lleva nada menos que cuatro días enterrado… todo dirigido a demostrar lo cierto de la muerte de Lázaro, y en consecuencia, la dificultad y el mérito del milagro realizado.

El segundo episodio en el que aparece Lázaro tiene lugar muy pocos días antes de que Jesús sea crucificado. Otra vez lo refiere Juan, haciéndolo ahora de esta manera:

“Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. […] Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús” (Jn. 12, 1-11).

Episodio que como se ve, convierte al hermano de Marta y María en el personaje que referencia los eventos que habrán de ocurrir muy pocos días después, tan importante que, junto a la decisión ya tomada por los judíos de matar a Jesús, se encuadra ahora la de matar, también, a Lázaro.

Y poco más, queridos amigos, porque poco más es lo que se dice de Lázaro en los Evangelios. Ni siquiera aparece, como alguno podría haber esperado, entre los testigos de la Pasión, algo en lo que, sin duda, pesaría esa decisión de los judíos de acabar también con la vida de Lázaro, y que como veremos, va a condicionar en gran medida la tradición que sobre él existe. Pero eso será mañana, que hoy, amables lectores, esto es todo. Salvo desearles, claro está y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más.

Después de conocer lo que sobre la figura de Lázaro nos dice San Juan, único evangelista que se refiere a él, corresponde ahora entrar en lo que sobre su trayectoria postevangélica ha consolidado la tradición cristiana, que no es poco.

- Siglos X y XI

Las fuentes más antiguas que se conocen sobre Lázaro, no siendo el Evangelio, son dos: una supuesta carta del Papa Benedicto IX con ocasión de la consagración de la iglesia de San Víctor, en Marsella, y una obra del inglés nacido en Essex y trasladado a Arles en Francia, Gervasio de Tilbury (h.1150-h.1228), titulada “Otia imperialia” “Ocios del Emperador”, dedicada al Emperador Otón IV, escrita entre 1210 y 1214, a partir de las cuales, se conforma la tradición que recoge el gran tratado hagiográfico medieval que es la “Leyenda Aurea” del dominico Jacobo De la Vorágine (1228-1298).

En cuanto a sus datos civiles, Lázaro aparece como hermano de Marta y de María, una María que durante mucho tiempo se ha identificado en la tradición de la Iglesia con María Magdalena. De la Vorágine lo convierte en “hijo de Siro y Eucaria”, de noble y regia estirpe, militar de profesión y dueño de gran parte de la ciudad de Jerusalén, desahogada posición que deriva, con toda seguridad, del detalle contenido en el Evangelio en el que Juan explica que “entonces María [la hermana de Lázaro], tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” (Jn. 12, 3).

Es tradición muy consolidada la historia que nos cuenta De la Vorágine:

Magdalena, Lázaro y demás cristianos obligados a subir a la barca
(Obsérvese el tarrito de perfume que aún porta Magdalena)
 
“Después de la Ascensión del Señor se desencadenó una grave persecución contra los cristianos. Los judíos prendieron a Lázaro, a sus hermanas y a muchísimos creyentes, los embarcaron en un navío, condujeron la nave hasta alta mar y allí la dejaron abandonada a su suerte, sin remos, sin velas, sin timón, a merced de las olas y con la mal intención de que naufragase para que perecieses todos sus ocupantes; pero un ángel enviado por Dios se hizo cargo de la embarcación y la condujo hasta el puerto de Marsella, en donde todos sus pasajeros desembarcaron” (op. cit. 235).

Que Lázaro fuera uno de los primeros en ser perseguido poco tiene de particular, y de hecho, viene ya anticipado en el Evangelio de Juan, donde con ocasión de la visita que le realiza Jesús seis días antes de la Pascua final se dice que “los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús” (Jn. 12, 11).

Continúa De la Vorágine diciendo que “en esta mencionada ciudad [Marsella] predicó Lázaro el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, organizó la Iglesia marsellesa, fue su primer obispo, convirtió a las gentes de aquel país, y después de una vida santa murió por segunda vez y emigró al Señor el año 13 del imperio de Claudio. Sus restos se conservan con suma veneración en la ciudad de Marsella”

Otra tradición habla de que durante la primera persecución de los cristianos en tiempos de Nerón, Lázaro se escondió en una cripta, sobre la cual se construiría en el s. V la abadía de San Víctor. En dicha cripta se ha descubierto un epitafio de esa misma época informando sobre un obispo de nombre Lázaro, que bien puede referirse al amigo de Jesús, único hombre de la historia muerto dos veces (bueno, junto a la hija de Jairo y al de la viuda de Naim), o a otro obispo de la región del propio s. V.

Curiosamente no se atribuye a Lázaro de Betania ningún escrito apócrifo conocido, siendo como es, tanto por su cercanía con Jesús como por el extraordinario prodigio del que fue objeto, personaje propicio a atribución de semejante tipo de literatura.

Y con esto pongo punto y seguido por hoy, no sin desearles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más, y si podemos, mejor.

Fuente: religionenlibertad.com

domingo, 14 de diciembre de 2014

El tercer domingo de Adviento: Domingo gaudete



El tercer domingo de Adviento recibe el nombre de Domingo gaudete por la primera palabra del Introito de la Misa: gaudete, es decir, regocíjense.

El tiempo de Adviento se originó como un ayuno de cuarenta días en preparación para la Navidad, comenzando el día después de la fiesta de San Martín (12 de noviembre), de aquí que a menudo se le llamara la "Cuaresma de San Martín"---nombre por el que se conocía tan temprano como el siglo V.

La introducción del ayuno de Adviento no se puede datar más temprano, porque no hay evidencia de que se observara la Navidad el 25 de diciembre antes de finales del siglo IV, (Duchesne, "Origines du culte chrétien", Paris, 1889), y la preparación para una fiesta no puede haber sido de fecha anterior a la fiesta misma.

En el siglo IX, la duración del Adviento se redujo a cuatro semanas; la primera alusión a la temporada acortada se encontró en una carta del Papa San Nicolás I (858-867) a los búlgaros, y hacia el siglo XII el ayuno había sido ya reemplazado por una simple abstinencia.

El Papa San Gregorio I Magno fue el primero en redactar un Oficio para el Adviento, y el Sacramentario Gregoriano es el primero que proveyó Misas propias para los domingos de Adviento. En ambos (Oficio y Misa) se hace provisión para cinco domingos, pero hacia el siglo X el número usual eran cuatro, aunque algunas iglesias de Francia observaban cinco domingos tan tarde como en el siglo XIII. Sin embargo, a pesar de todas estas modificaciones, el Adviento conservó muchas de las características de los tiempos penitenciales lo que lo hacían como un equivalente de la Cuaresma, correspondiendo el tercer domingo de Adviento con el laetare o domingo de mitad de la Cuaresma. En éste, al igual que en el domingo de laetare, se permitía usar el órgano y las flores, prohibidos durante el resto de la estación; se permitía el uso de vestimentas color rosa en lugar del púrpura (o negro como anteriormente); el diácono y el subdiácono reasumieron el uso de la dalmática y de la túnica en la Misa principal, y los cardenales usaban color rosa en lugar del púrpura. Todas estas marcas características han continuado usándose y son la disciplina actual de la Iglesia Latina.

El domingo de gaudete, por lo tanto, hace un alto, como el domingo de laetare, a medio camino a través de una temporada que de otra manera es de carácter penitencial, y significa la cercanía de la venida del Señor. De las "estaciones" que se celebran en Roma los cuatro domingos de Adviento, la de la basílica del Vaticano se le asigna al gaudete, siendo el más importante e imponente de los cuatro domingos.

Tanto en el Oficio como en la Misa a través del Adviento, se hace referencia continua a la segunda venida de nuestro Señor, y esto se enfatiza en el tercer domingo por medio de la adición de signos de felicidad permitidos para ese día.

El domingo de gaudete está marcado además por un nuevo invitatorio, la Iglesia no invita ya a los fieles meramente a adorar "al Señor que va a venir", sino que les llama a un saludo de alegría porque "el Señor está cerca".

Las lecturas de los nocturnos de la profecía de Isaías describen la venida del Señor y las bendiciones que resultan de ella, y las antífonas de vísperas hacen eco de las promesas proféticas. Los constantes aleluyas enfatizan la alegría de la espera, que ocurren tanto en el Oficio como en la Misa a través de todo la temporada.

En la Misa, el introito "Gaudete in Domino temper" resalta la misma nota, y da su nombre al día. La epístola de nuevo nos incita a regocijarnos y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador a través de oraciones, súplicas y acciones de gracia, mientras que el Evangelio de San Juan Bautista nos advierte que el Cordero de Dios está incluso ahora entre nosotros, aunque parezca que no le conocemos.

El espíritu del Oficio y de la liturgia a través de todo el Adviento es uno de espera y preparación para la Navidad así como para la segunda venida de Cristo, y los ejercicios penitenciales, que han sido adecuados para ese espíritu, son suspendidos en el domingo de gaudete para simbolizar la alegría y el regocijo por la redención prometida, que nunca deben estar ausentes del corazón de los fieles.

Fuente: Enciclopedia Católica Online

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Francisco explicó qué fue el Sínodo de los Obispos...

El Santo Padre, en la audiencia general, precisó que el Sínodo no es un parlamento donde debaten diversos partidos o grupos de poder, sino ...

martes, 9 de diciembre de 2014

Marcos 1:1-8, por M. Dolors Gaja, MN

Marcos 1,1-8

Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios.  Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino.  Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre.  Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias.  Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

- Comentario por M. Dolors Gaja, MN

Adviento está construido, en la liturgia, a través de grandes figures de la Esperanza: Isaías, el gran profeta, Juan Bautista, el precursor, y José y María, la familia. Este domingo contemplamos la figura del Precursor.

No obstante, la introducción de Marcos merece leerse con atención. En dos líneas afirma que Jesús es la Buena Noticia – Evangelio- el Ungido de Dios – Cristo- el Hijo de Dios. Casi, casi, podríamos cerrar el libro y cantar de alegría porque sí, hay que celebrar la gran noticia de que Dios acorta distancias y viene a plantar su tienda entre nosotros, a ser uno de los nuestros y a embarrarse para sacarnos del barro.

Pero el mensaje de Juan es relevante: a Dios hay que prepararle caminos. Él viene pero necesita que le abran la puerta. La predicación de Juan tuvo un éxito enorme y a él iban las gentes del campo (Judea) y de la ciudad (Jerusalén).

El evangelista nos describe a Juan en el desierto que es, en la biblia, lugar de encuentro con Dios. Habrá pues que “ir al desierto” acallar las voces que nos invaden y dejarse llenar por el silencio que abre paso a la Palabra. Sin silencio no hay posibilidad de fe.

Juan es el nuevo Elías, el profeta que, según la tradición, vendría inmediatamente antes de la llegada del Mesías.  Pero él mismo se reconoce inferior a Jesús de quien no merece ser esclavo: desatar las sandalias del dueño de la casa era tarea de esclavos.

Marcos deja claro, de manera intencionada en el inicio de la gran Noticia de Jesús, cuál es el lugar de Juan. Porque fueron muchos los seguidores y muchos los que lo consideraron superior a Jesús.

Al poner en boca del propio Juan su vocación de precursor, Marcos también define el papel del cristiano en la sociedad de hoy:

- Anunciar a Dios en el desierto de ciudades y ambientes cada vez más paganos.
- Adorarle u servirle con humildad.
- Esperar su Espíritu.

Que seamos todos un nuevo Juan, “antorcha que da calor e ilumina”. 

Diez breves anécdotas que retratan a la Madre Teresa de Calcuta, la mujer que no se arredraba nunca, por Carmelo López Arias



En las páginas de Teresa de Calcuta. La persona pueden espigarse multitud de anécdotas que protagonizó, en ocasiones más útiles que mil discursos para dibujar un carácter o la naturaleza de una misión. He aquí diez de ellas.

1. La alegría de dar

En cierta ocasión, Madre Teresa supo de una familia hindú con ocho hijos que no tenía nada para comer. Cogió un poco de arroz y se lo llevó; los ojos de los niños brillaban de hambre. Su madre cogió el arroz, lo dividió y salió a la calle con la mitad del recibido. Cuando regresó y Madre Teresa le preguntó qué había hecho, contestó simplemente: "Ellos también tienen hambre". "Ellos" era una familia musulmana vecina. Madre Teresa comentó luego: "Aquella noche no les di más arroz, pues quería que ellos también pudiesen disfrutar de la alegría de dar".

2. La caridad, por encima del Papa

El 29 de noviembre de 1964, Madre Teresa estaba invitada a la ceremonia de apertura del XXXVIII Congreso Eucarístico Internacional, presidida por Pablo VI en Bombay. Pero de camino al acto, vio a dos moribundos junto a un árbol, marido y mujer. Se detuvo con ellos hasta que él murió en sus brazos. Entonces la religiosa cargó en hombros a la esposa y la llevó a un centro de su congregación. Para entonces, la ceremonia ya había concluido...

3. Un premio mayor que un millón de dólares

Cuando un periodista norteamericano la vio atendiendo a un enfermo con heridas hediondas, le dijo que él no haría eso ni por un millón de dólares. "Por un millón de dólares tampoco lo haría yo", respondió Madre Teresa.

4. A los del "rollo social"

A las misioneras de la Caridad, algunos tenían el cuajo de reprocharles la atención prestada a los más necesitados, alegando que eso les mantenía en la miseria. Y alegaban la manida comparación de qué es mejor, si regalar un pez o una caña de pescar.

La beata albanesa tenía clara la respuesta: "Lo que dicen ustedes me parece perfecto, pero los pobres con los que nosotros trabajamos están tan débiles que no tienen fuerza ni siquiera para sostener la caña entre sus manos. Si les parece, nosotras les alimentamos para que adquieran esa fuerza y luego ustedes les enseñan a manejar la caña".

5. Planchazo a un funcionario hostil

Un día la Madre Teresa acudió a solicitar una ayuda al edificio principal de la administración del estado de Bengala Occidental en Calcuta. El funcionario reaccionó de una manera muy hostil y humillante a la solicitud. Pero más tarde, el superior jerárquico de ese funcionario estudió la solicitud y decidió acogerla. Cuando ella fue a recibir la suma concedida, el funcionario displicente le espetó: "Este dinero es para usted". A lo que ella respondió inmediatamente: "No, este dinero es para los pobres. Para mí era su comportamiento del otro día".

6. "Sin María no hay Jesús"

Estando en Holanda, un protestante que la visitó junto con su esposa le comentó que, en su opinión, los católicos le daban excesiva importancia a María. "Sin María no hay Jesús", replicó ella muy en su línea, breve y de lógica elemental. Debió hacer pensar a su interlocutor, porque días después recibió una hermosa postal suya con el siguiente texto: "Sin María no hay Jesús".

7. Pasajera de lujo

En sus viajes por la India, llevaba consigo una gran imagen de la Virgen de Fátima, casi de tamaño natural, que le habían regalado. Una vez la colocó en el tren en el asiento contiguo, y el revisor quería hacerle pagar el billete a Nuestra Señora. Madre Teresa le explicó que su pase gratuito de los Ferrocarriles Indios era para ella y una acompañante... y que ésa era su acompañante ese día. El agente insistió: las estatuas no hablan, y por tanto no hacen compañía. "Pues yo le hablo y ella me escucha. Y a veces ella me habla y yo la escucho a ella". El revisor se dio por vencido.

8. Objetivo Berlín

Madre Teresa había hecho el voto de seguir inmediatamente la voluntad del Señor nada más conocida, de forma que no dejaba pasar ni un minuto. Así que, cuando en septiembre de 1980 se fue al Berlín Oriental a abrir la primera casa de la orden en un país comunista, la hermana que debía quedarse sólo tenía permiso para 24 horas. Ambas empezaron a recitar su oración de intercesión preferida (el Acordaos, dirigido a la Virgen María). Cuando llevaban ocho, sonó el teléfono: le habían concedido el visado para seis meses.

9. Novenas exprés

Una mujer de acción como la Madre Teresa no hacía las novenas en nueve días, sino en uno solo, repitiendo diez veces el Acordaos. ¿Por qué diez? Daba por descontado que la petición iba a ser atendida y añadía una repetición adicional, la décima, en concepto de acción de gracias anticipada.

10. Mucho más que preconciliar

Un teólogo que visitaba a las misioneras de la Caridad consideraba sus enfoques espirituales y pastorales propios de tiempos anteriores al Concilio Vaticano II. Al despedirse de ellas, no pudo reprimir el decírselo: "Lo que están haciendo ustedes es admirable, pero teológicamente están en hace doscientos años". La respuesta de Madre Teresa fue instantánea: "Peor aún. En hace dos mil años".

Fuente: religionenlibertad.com

lunes, 8 de diciembre de 2014

8 de diciembre: SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN (Lecturas)

Génesis 3,9-15.20
Salmo 97,1.2-3ab.3c-4: 
Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas
Efesios 1,3-6.11-12
Lucas 1,26-38



Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: "¿Dónde estás?" Él contestó: "Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí." El Señor le replicó: "¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?" Adán respondió: "La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí." El Señor dijo a la mujer: "¿Qué es lo que has hecho?" Ella respondió: "La serpiente me engañó, y comí." El Señor Dios dijo a la serpiente: "Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón." El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.


Salmo 97,1.2-3ab.3c-4: 
Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la  victoria,
su santo brazo.
R. Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
R. Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
R. Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas



Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.


En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Liturgia: menos palabras y más y mejores signos, por el P. Jorge González Guadalix

Me encuentro con gente que me sugiere que en algunas celebraciones, especialmente en las muy especiales o en aquellas que se da una mayor abundancia de niños, tengamos en la parroquia una especie de monitor – comentarista que vaya explicando los gestos, los signos, las partes de la celebración.

Error. Grave error. Sobre todo porque en la práctica supone minusvalorar los gestos para sustituirlos por palabrería no siempre adecuada. Un ejemplo puede ser la misma lectura del evangelio. El monitor – comentarista puede decir que es importante, que es la palabra del mismo Cristo, que hay que estar atentos. Vale. Pero impresiona mucho más y habla mejor de lo que es el evangelio que el sacerdote haga la procesión de entrada con el evangeliario en alto, lo deposite en el altar, y en el momento de la proclamación lo tome de nuevo, camine solemnemente hacia el ambón y además se haga acompañar por dos con ciriales. Hasta el budista más despistado se da cuenta de que lo que se va a leer es algo muy serio.

No digamos nada la consagración. Las palabras pronunciadas con solemnidad, cirios, campanillas, la elevación pausada, la genuflexión devota. ¿Hacen falta más palabras? Habla más de la presencia del Señor una genuflexión correcta ante el sagrario que cuatro frases por bien construidas que estén.

La liturgia es un conjunto de signos y palabras, pero hay que tener en cuenta que siempre, pero siempre, los gestos son más sinceros y elocuentes que las palabras. De nada me vale hablar de la importancia del evangelio si acabo leyéndolo de cualquier modo y en una fotocopia. Pérdida de tiempo querer destacar la consagración si la hacemos a toda prisa porque nos hemos alargado en la homilía y en la procesión de ofrendas y hay que ahorrar tiempo. Buena gana pretender que alguien comprenda quién está en el sagrario por más que lo queremos explicar con palabras, si pasamos por delante y hacemos como mucho una genuflexión apresurada.

La liturgia es mucho más gesto que palabra. Sí, era en latín, pero cuando el monaguillo colocaba una vela más sobre el altar, se arrodillaba y tocaba la campanilla todos podían comprender que algo grande estaba sucediendo, aunque no supiera ni papa de liturgia católica.

Curiosamente, de ahí vendrán las preguntas y las interesantes respuestas. ¿Por qué ese libro es tan importante? ¿Por qué todos se arrodillan en ese momento y se toca la campanilla? ¿Por qué al pasar por delante de esa caja se arrodillan? No hace falta ser católico. El más perdido en temas de liturgia se da cuenta de que algo especial está ocurriendo.

Por la cosa de la sencillez se abandonan los gestos. Los sustituimos por cuatro palabrejas de coleguis creyendo que esa es la clave. El resultado son unas celebraciones cada vez menos religiosas, más intrascendentes en el pleno sentido de la palabra, es decir, con menos Dios. Mala cosa.

No es tan complejo. Altares perfectos en limpieza y orden. Vestiduras sagradas dignas. Gestos pausados y solemnes. Saber proclamar los textos dándonos cuenta de que hasta el tono es distinto en el gloria o el prefacio –alabanza-, la consagración, solemne y a la vez intimista, que no es igual proclamar el evangelio que leer dos avisos. Inclinaciones, genuflexión, actitud de silencio… y la liturgia va sola. Y al revés. Qué más da el altar, qué más da el leccionario, y los ornamentos, y los gestos… y… y nada. Todo es nada.

Fuente: infocatolica.com

Misas con niños. Me dan un repelús...,

He escrito alguna vez más sobre las llamadas misas con niños. He de insistir en que me dan un cierto repelús y por ser discreto. Mi experie...

jueves, 4 de diciembre de 2014

Parroquia: Jo, qué cura más borde

Parroquia: La mala suerte que tuvo el cura Juan con el párroco que le tocó

Parroquia: De párrocos y vicarios

Ir al artículo "Párrocos y Vicarios"

Eucaristía: ¿Por qué el lavabo se llama lavabo?

Que una «pila con grifos y otros accesorios que se utiliza para lavarse» o una «mesa, comúnmente de mármol, con jofaina y demás recado...




miércoles, 3 de diciembre de 2014

¿Cuál es el significado de los colores litúrgicos en la Misa?, por Xhonane Olivas

En el lugar en donde vivimos, hay una gran afición por el equipo de futbol local. En la temporada de juegos, sus colores oficiales (negro y amarillo oro) se ven por todos lados, incluso, muchas personas se visten con esos colores para mostrar su apoyo al equipo. Y así como este ejemplo, podemos mencionar otros, en donde el uso del color nos indica algo importante, nos da un mensaje o nos enfatiza un significado especial.

De igual manera, nuestra Iglesia utiliza diferentes colores para cada uno de los misterios de nuestro Señor Jesús, de María y los santos alrededor del año litúrgico para ayudarnos a comprender algo. El uso de estos colores “litúrgicos” es una ayuda visual magnífica que nos da un mensaje y nos invita a entrar al misterio que se está celebrando en la Santa Misa.

Y ¿cuáles son los colores litúrgicos que utiliza nuestra Iglesia? ¿Cuál es su significado? Los principales colores son el morado, el blanco y el verde, pero también se utiliza el rojo y el rosa, para ciertos días. Este es su significado:

— Blanco: 

Para el tiempo de Pascua y Navidad, para las fiestas del Señor, de María, de los ángeles y de los santos no mártires”, también para el sacramento del Bautismo, Comunión, Matrimonio y el Orden Sacerdotal. Simboliza luz, lo divino, gozo, pureza, gloria, gracia.

— Rojo:

Para el Domingo de Palmas, las fiestas del Espíritu Santo, de los apóstoles (excepto la de San Juan el 27 de diciembre),… de los mártires y evangelistas, Viernes Santo, y la fiesta de la Santa Cruz. Simboliza martirio, amor.

— Verde:

Para el tiempo [ordinario] durante el año (períodos después de la Epifanía y de Pentecostés). Simboliza esperanza.

— Morado:

Para la Cuaresma, el Adviento, días penitenciales y [de] difuntos, para el sacramento de la Penitencia y la Unción de los Enfermos. Simboliza penitencia.

— Rosa:

Para algunos domingos (Gaudete – tercero del Adviento; Laetare – cuarto de Cuaresma) y algunas fiestas especiales de la Virgen María.

Por lo tanto, en cada misa, las vestimentas del sacerdote y el mantel del altar, tendrán el color de la celebración del día (santo, mártir, María o ángeles) o del tiempo litúrgico.

Antes de ir a Misa, trato de preguntarles a mis hijos si saben de qué color va a estar vestido el sacerdote. Esto me ha parecido una manera muy práctica para introducirlos al ciclo del año litúrgico (Adviento, Navidad, Tiempo Ordinario I, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario II), al significado de los colores asignados a cada uno de estos tiempos y a la respuesta que se espera de nosotros en la celebración. Por ejemplo, el color blanco siempre es una fiesta, por lo tanto, nuestra actitud debe ser de alegría y gozo; el morado nos invita a la preparación de la fiesta, por lo que debemos estar en una actitud de oración y recogimiento; el verde se utiliza para continuar lo que se ha vivido en la fiesta, por lo que nos llama a perseverar en nuestra fe.

Por último, también podemos utilizar los colores litúrgicos en nuestro hogar para ayudar a nuestros hijos a conocer mejor nuestra fe, entender lo que se está celebrando y para que se sientan parte de nuestra Iglesia universal.

Fuente: zenit.org